( publicado el 28 de agosto de 2008 )
Como ya dije en mi primer post sobre el amor platónico, tuve uno cuando tenía 12 años y años después, cuando me lo cruzaba, aún me sonreía y suspiraba. Y el otro día, al hablarme mi amiga de su amor platónico, pensé en él y en qué sería de su vida. Sé que es platónico porque jamás me ha importado que traspasase mi imaginación y se convirtiera en realidad, porque nunca he sufrido por ese amor, no he llorado ni me he lamentado, porque no sueño con él ni me quita las ganas de dormir ni de comer, porque no vive en mi día a día sino en el recuerdo de mi adolescencia como “la primera vez que sentí q estaba enamorada o algo parecido” (más bien algo parecido…).
Ahora, eso sí, no puedo decir si hoy me lo volviese a encontrar, siendo ya una mujer adulta, si no lo intentaría con él, quizás tener la oportunidad…imagino que no, para no romper la magia ni ensuciar el recuerdo, pero ¿quién sabe?…quizás hoy día sea un hombre interesantísimo a quién sí me gustaría conocer en mi realidad y ver qué pasa…de todas formas, eso no pasará jamás, porque hace años que no lo veo, y no importa, porque es imposible que él sea la persona que era con 14 años, de la misma forma que yo ya no soy esa niña de 12 que se sonrojaba al cruzarse con él en el colegio.
Desgraciadamente, existen otros dos tipos de amor que sí que duelen: los imposibles y los “contrariados” (que fue un término acuñado por Gabriel García Márquez para hablar de un tipo de amor concreto que aparece en su libro “El amor en los tiempos del Cólera”).
Para mí, un amor imposible es uno no correspondido y que, pase lo que pase, jamás será correspondido. Aunque claro, para mucha gente un amor imposible también es aquel que, por diversas circunstancias (uno de los dos está casado o tiene pareja, viven en países diferentes, son amigos y no quieren estropear la amistad, son familia, la diferencia de edad es un obstáculo…etc) no se puede materializar aunque los enamorados sí que lo deseen con todas sus fuerzas. Para mí esto es un amor contrariado, no imposible.
Por lo que llegamos así al AMOR CONTRARIADO. Un amor contrariado es el que, a pesar de todo, no sale bien o las circunstancias impiden que esas dos personas estén juntas y sean felices compartiendo el amor que ambos sienten. Ambas personas se aman, no es platónico ni idealizado, es correspondido, no hay impedimentos en la línea del “no puedo ni quiero corresponderte”, pero no puede ser a pesar de que se da, entre ambas personas, la condición más importante: ambos se aman y desean estar juntos. Es como una jugarreta del Destino que convierte lo que podría ser un amor prácticamente perfecto en un auténtico desastre porque las circunstancias impiden que se desarrolle con normalidad. También es un amor contrariado ese en el que dos personas logran estar juntas, ambos no se cansan de repetirse que se quieren y se importan, pero a uno de los dos le pueden más sus ganas de, por ejemplo, ser libre, no atarse a nada ni a nadie…etc. Es contrariado en definitiva porque hay algo por encima de él que impide que se desarrolle con normalidad y se convierte en algo obsesivo, que provoca sufrimiento y dolor que es justo en lo que nunca debería convertirse el amor.
Los amores contrariados son los peores porque por ellos las personas sufren más. Los amores contrariados son esos que no pueden ser o que lo son a destiempo y me explico: en un momento dado una de las dos personas ama a la otra pero la otra no siente lo mismo y cuando la primera aprende a vivir sin la segunda, es la segunda quien se siente enamorada…y ahora no puede ser: siempre andan a destiempo. Los amores contrariados son los que duelen de verdad, porque sobre ellos pesa el imperativo imposible de la felicidad completa. Me gustaría pensar que, en algún momento, Dios compensa a los “amantes contrariados” y acaba ocurriendo como en “El amor en los tiempos del cólera” aunque haya que esperar 51 años, 9 meses y 4 días (prácticamente para siempre).
El amor contrariado es el amor desdichado, el que te hace llorar una y otra vez y te hace sentir impotente ante la conciencia de saber que es “contrariado”, que no puede ser y no por falta de amor, sino por circunstancias externas, que es peor. Por ahí dicen que duelen más los amores correspondidos que los no correspondidos, y la existencia de los amores contrariados reafirma esta idea con fuerza.
El amor contrariado frena la imaginación y la necesidad de soñar con nuestro amor, porque eso sólo lo haría más complicado y doloroso, es abrumador sentir que tu amor está “malogrado” a pesar de sentir también que es “para siempre” y eso es lo peor porque te impide amar a otras personas e intentar ser feliz con ella/el. Un amor contrariado sigue una pasión desmedida por el objeto amado que hace que el que lo siente termine sufriendo “mal de amores” o “melancolía de amor”. De hecho, en el siglo XVII tuvo lugar una epidemia que la sufrían las mujeres jóvenes y cuyos síntomas eran languidez, tristeza, ganas frecuentes de llorar, palidez, dolores de cabeza, desgana para hacer nada, etc. Esto es el mal de amores, y aún hoy día sigue siendo una epidemia que afecta tanto a hombres como a mujeres y que es la consecuencia lógica de tener un amor contrariado o también, por qué no, uno imposible.
El amor de Romeo y Julieta fue contrariado para que nos entendamos. Los amores contrariados son los trágicos, los que son superados por las circunstancias. Por ahí he leido que un amor contrariado es un amor sin dueño, supongo que se refería a sin dueño en el sentido físico del término: sí que tiene dueño, pero no puede tomar posesión de él por diversos motivos.
Por cierto, para los poetas clásicos (griegos) un amor tenía que ser contrariado para que fuera grande, por lo que podemos considerar que el amor contrariado es el Amor escrito con mayúsculas.
Se oye, se dice, se comenta…