Las Cosas De Altisidora

Todas estas malandanzas te suceden, empedernido caballero, por el pecado de tu dureza y pertinacia; y plega a Dios que se le olvide a Sancho tu escudero el azotarse, porque nunca salga de su encanto esta tan amada tuya Dulcinea, ni tú la goces, ni llegues a tálamo con ella, a lo menos viviendo yo, que te adoro.

Homenaje a Molly Bloom 10/03/2009

Existen personajes literarios que gozan de vida más allá de su autor, que son reconocidos en sí mismos y por sí mismos, que apenas necesitan presentación, que no hace falta decir algo como ‘personaje de tal libro, escrito por tal autor’.
Casos como los Buendía; Don Quijote, Sancho Panza y Dulcinea (y Altisidora en mi imaginario personal también) ; Dolores Haze y el profesor Humbert; Celestina, Calixto y Melibea; Montescos y Capuletos; Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela; Wendy Moira Angela Darling (o ‘Wendy’ a secas), Peter y ‘los niños perdidos’; Alicia; Lizzy Bennet; Dorian Gray; Drácula; Tom Sawyer; El Señor Scrooge; Holly Golightly; Doña Inés (y Don Juan Tenorio); mi adoradísimo Florentino Ariza; Holden Caulfield; Gregor Samsa; Hamlet y Ofelia; Emma Bovary; Jean-Baptiste Grenouille; Valmont; Sherlock Holmes; Mr Hyde; Monteiro Rossi y Pereira….y Leopold y Molly Bloom.
Cuando en la facultad nos ‘obligaron’ a leer buena parte del ‘Ulises‘ de James Joyce pensé que me moría. Sobre todo porque, justo antes, me había tenido que leer ‘Por el Camino de Swann‘ de, con perdón, un autor coñazo como Marcel Proust (es que el Realismo no es lo mío…ni las magdalenas empapadas en té, las detesto desde entonces). Pero Molly me fascinó como personaje literario. Muchísimo más que Leopold. Es la ‘Penélope’ que pasó olímpicamente de mantenerse fiel a su esposo, traicionándolo y, a la vez, y ‘metaliterariamente’ hablando, traicionando a su álter-ego Penélope, que tejía y destejía un sudario (qué ¿coincidencia?: Amaranta Buendía hacía lo mismo, sólo que para ella) para mantener su fidelidad conyugal a salvo.
Y, en medio de esa fascinación, el monólogo interior con el que Joyce cierra su novela (menudo 16 de junio más largo creó el irlandés). 90 páginas sin signos de puntuación entre las que el lector tiene la sensación de perderse y ahogarse…hasta que se da cuenta de que así es, más o menos, como se desarrolla el pensamiento humano: atropellado, inconstante, imaginativo, mezclando presente, pasado e incluso futuro, saltanto de un tema a otro sin orden ni concierto…etc.
Sin duda, ese soliloquio es una obra maestra, uno de los grandes momentos literarios de la historia. A continuación, el final del monólogo: Molly en la cama, junto a un Leopold dormido, recuerda su juventud gibraltareña…

…Me gustan las flores quisiera tener la casa entera nadando en rosas Dios del cielo no hay nada como la naturaleza las montañas salvajes luego el mar y las olas precipitándose luego la hermosa campiña con campos de avena y trigo y todo género de cosas y todo el lindo ganado andando por allí que haría bien al corazón ver los ríos y los lagos y las flores y todo género de formas y olores y colores brotando hasta de las zanjas primaveras y violetas eso es la naturaleza para aquellos que dicen que no hay Dios no daría ni el blanco de una uña por toda su ciencia por qué no se ponen a crear algo le preguntaba muchas veces al ateos o como se llamen que vayan primero a lavarse sus miserias luego van pidiendo a gritos un sacerdote cuando se mueren y por qué por qué tienen miedo del infierno a causa de su mala conciencia ah sí les conozco bien quién fue la primera persona en el universo antes de que hubiera nadie el que lo hizo todo ah ellos no saben y yo tampoco así pues podrían lo mismo tratar de impedir que el sol saliera mañana el sol brilla por ti me dijo el día que estábamos tumbados entre los rododendros en el promontorio de Howth con el traje de mezclilla gris y su sombrero de paja el día que conseguí que se me declarara si primero le di un poco de la torta de semilla que tenía dentro de mi boca y era bisiesto como ahora sí hace dieciséis años Dios mío tras aquel largo beso yo casi perdí el aliento sí él decía que yo era una flor de la montaña sí eso somos flores todo el cuerpo de mujer sí esa fue la única verdad que dijo en su vida y el sol brilla hoy por ti sí por eso me gustó porque vi que comprendía o sentía como es una mujer y supe que yo podría hacer de él lo que quisiera y le di todo el placer que podía para llevarle a que me pidiera que dijese sí y yo primero no quería contestarle mirando sólo el mar y el cielo estaba pensando en tantas cosas que él no sabía de Mulvey y Mr. Stanhope y Hester y de Papá y del viejo capitan Groves y de los marinos que jugaban a pájaro al vuelo y a saltar del burro y a lavar platos como ellos lo llamaban en el malecón y el centinela frente a la casa del gobernador con esa cosa alrededor del casco blanco pobre diablo medio achicharrado y de las muchachas españolas riendo con sus mantones y sus altas peinetas y de los gritos por la mañana de los griegos judíos árabes y Dios sabe quienes más de todos los rincones de Europa y de la calle del duque y del mercado de aves todas cloqueando ante Larby Sharon y de los pobres burros resbalando medio dormidos y de los vagos tipos dormidos con su cara a la sombra de las gradas y de las grandes ruedas de los carros de bueyes del viejo castillo de hace miles de años sí y de todos aquellos hermosos moros todos de blanco y con turbante como reyes pidiéndole a una que se sentara en su tiendecita y de Ronda con las viejas ventanas de las posadas ojos mirando tras las rejas ocultos para que el enamorado bese los barrotes y de las tiendas de vinos entreabiertas por la noche y las castañueñas y de la noche que perdimos el barco de Algeciras el vigilante rondando sereno con su linterna y oh el mar el mar carmesí a veces como de fuego y las soberbias puestas de sol y las higueras de los jardínes de la Alameda si todas las raras callejuelas y las casas rosa y azul y amarillo y de las rosaledas y los jazmines y los geranios y cactus y de Gibraltar cuando niña y cuando flor de montaña sí cuando puse la rosa en mis cabellos como las muchachas andaluzas la llevan y debí llevar una roja sí, y cómo él me besaba al pie de la pared morisca y me pareció bien lo mismo de él que de otro y después le pedí con los ojos para poder volverle a pedir sí y él luego me pidió si quería decir sí mi flor de montaña y primero le rodeé con mis brazos y lo atraje hacia mí para que pudiera sentir mis pechos todo perfume sí y su corazón latía como alocado y sí dije si quiero Sí